28 de noviembre de 2010

Dulce futuro

Se fastidió un poco el plan, tanto que la lluvia impidió que  el sábado  pusiéramos nuestra mesita informativa con pancarta incluida, nuestras cositas y nuestra tan preciadas papeletas de lotería  de Navidad para rescatar  la esperanza  esa que periódicamente se pierde; no obstante el vienes sí  que , aunque el  frio cuajara los minutos y  demasiada ropa no fuera demasiada sí se consiguieron unos pocos objetivos, esos que relanzamos una  y otra vez por aquello de la necesidad asociativa  y de  sus propios recursos . 
Se fastidió un poco pero solo una mitad.  La próxima vez será. Siempre esperamos que haya una próxima vez.
Sin embargo, como siempre, como casi siempre insistiendo una y otra vez, una realidad que no es nuestra, unas parcelas de acontecimientos y circunstancias que no provocamos hacen que apretemos los dientes y de la maldición terrenal  pasemos a la desesperación, de ahí a una sonrisa amarga y rancia y puede que tal vez, luego, a un desazón que tendremos necesariamente que remontar y sin saber por qué extraña razón volvamos a mirar detenidamente con una dulce resignación ataviada de incuestionable tesón y constancia. 
Nadie nos paga nada por esto, nada nos da nada por esto, sólo actuamos por esa especie de extraña razón de mezcla de convicciones, altruismo, emociones, opiniones o actuaciones que dispensan una ayuda directa a un problema repetido y machaconamente ignorado y por supuesto no resuelto, intencionadamente o no, no resuelto.   

Cuando ya casi creemos que todo parece normal, que todo está controlado, que podemos continuar con cierta “normalidad” un nuevo problema, una nueva mirada de miedo aparece o allá a lo lejos, un nuevo bultito de huesos ya más que conocidos, busca desesperadamente algo de comida mientras su figura se integra tanto en el paisaje que su espíritu animal se fragmenta, se desintegra llegando a confundirse con la indiferencia. 
Dulce futuro
 Y si no, sorpresa, nos encontramos con que aquel perrito al que a su dueño le dijimos    que no podía entrar en el albergue porque ya está saturado y que le ofrecíamos difusión solidaria,   aquél individuo con carita de pena nos endosó días después sin escrúpulos y atado con cable rígido a la puerta,   a su perrito nervioso,   de momento le hemos puesto de nombre Traidor.  Ahí están las fotos, en esa carpeta de Difusión solidaria que ya pasará a ser perrito enchufado de protectora.
  Como también tenemos fotos de muchos, muchos cachorros, de caras de asco, de aguante sin límites, de personas que piensan que salvan el mundo y de personas que aparentan hacerlo, de los que no hacen nada, de los que lo hacen casi todo, de los más que predispuestos  y de los que ya está bien.     
Secretos inconfesables
Tenemos fotos que recogen un trozo añejo de la miseria humana, un pequeño trozo de indiferencia que nos repatea no puedes imaginarte como. Ante tanto abandono suponemos que alguien tendrá que tomar medidas, suponemos que alguien se planteará replantearse lo planteado aunque con el transcurso del tiempo la realidad por sí misma, de tantas veces repetida se vuelve insensible al tacto y rígida al pensamiento. 
De la terapia asertiva, esa especie de habilidad para expresar de modo franco, amable y abierto lo que queremos decir sin llegar ni a la pasividad ni a la agresividad, pasaremos sin ningún pudor ni estupor a cerrar los ojos pero sólo por el tiempo en que la mirada deba respirar.
Ya veras como si
Por supuesto no vamos a perder la esperanza ni  vamos a cejar en nuestro empeño pero quede ahí esta especie de resfriado sentimental de hartura bacteriana en la que a veces caemos y en la que necesariamente hemos de curar por una razón muy, pero que muy sencilla, con el 98 por cierto del esfuerzo dedicado a un albergue activo y el 2 por ciento restante a clamarle al firmamento un poquito de tranquilidad, no queremos  ni aguantar ya más vaguedad  ni más desaires de nadie, de las palabras no queremos saber nada, de las imágenes nos duelen,  de todo lo demás, del día a día cansino y machacón es lo que hay, del vago a su casa y del poco dispuesto a predisponerse .  
Hasta de pedir, el cansino y perezoso estribillo de necesidades para luego, ver ese tratamiento tan costoso, esa nueva recaída, ese enfriamiento o esa patología cardiaca, ese bebedero sin arreglar , ese frio no solucionado y allá  lejos,  esa mirada sucia casi a la par que  ese grito destemplado de la señora a la que no pudimos solucionarle su problema y nos inundó de ofensas  o aquél   pensamiento tan recurrente  y cómodo de que exterminando perros y gatos en las perreras municipales  se soluciona el problema,  no, no se soluciona, se mantiene perdurando y además  con el dinero de todos los contribuyentes.   

Vaya pues  de nuevo,  ese gracias por haberles ayudado y gracias compañeros voluntarios por estar ahí, los que realmente estáis. De todo lo demás buen día, siempre nos queda todo, hasta el futuro. Ese dulce e inocente futuro.


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