15 de noviembre de 2010

HIJOS DE UNA LUNA MUERTA

Volvemos a escribirle… ya hace tiempo, comentábamos lo crudo y cruel, áspero y espeso que resultaba dejar en la puerta del albergue, dentro de una  cajita de cartón que inicialmente retuvo unas zapatillas de deporte,  el equivalente a cuatro, cinco o seis cachorritos envueltos en indiferencia, nocturnidad o caridad de plástico,  a pleno sol o a pleno frio, a plena tarde o en plena acequia, en la ladera de una montaña o en el cauce de un rio, en la intemperie o en la solana, dentro del charco de agua mientras posiblemente se ahogan o dentro del plástico mientras seguramente se asfixian, sin biberón incorporado y sin mantita eléctrica o quizás,  en la rueda trasera de la furgoneta que recoge con lazo los abandonos diarios.
La verdad es que la situación no ha cambiado mucho, el domingo sin ir más lejos una cajita contenía bien puestos tres cachorritos, ayer, seis, hace unos semanas cuatro, el otro, nos dijeron que en un barranco había una bolsa de basura con otros tantos  churrasquitos  dentro y cerca del otro más allá que aquí, en un contenedor otra bolsita que esta vivita y coleando. 
Desde luego hay que decirle Sr.o Sra. Estremecedora que su compasión, su mala caridad, misericordia, consideración, benevolencia o como lo quiera llamar lo único que produce son unas secuencias repetibles hasta la saciedad de muertes, de asfixias y de dulces caritas estranguladas.  Es algo así como un cansancio, un vómito repetitivo y asqueroso que perfectamente evitable, con la responsabilidad, con la esterilización y con el control de los celos si acaso, eso, sí que sería compasivo. Lo otro es crueldad. Sólo eso.
   Estas camadas son evitables, y sus muertes también. La esterilización es una palabra que para algunos puede  parecer demasiado larga de pronunciar,  extraña y hasta ajena , algo así como en lenguaje coloquial el capado o el castrado… o ¡pa qué si yo controlo! , en fin,   vivimos en una sociedad que parece como que casi no respeta ni a las estrellas ni a las vivas ni a las muertas y estamos llenas de ellas, una sociedad coja y a veces hasta parapléjica, que concibe la prisa como sinónimo de inmediatez y que un problema deja de serlo si sencillamente se endosa al particular o al colectivo que desinteresadamente intenta remediar lo irremediable.

Estamos un poquito hartos, más que hartos, estamos cansados, por un momento se imagina que no hubiera albergues… ¿Dónde dejaría la cajita de zapatos? ¿Se ha planteado alguna vez que los cachorros del barranco tienen un corazoncito y que son producto de su imprudencia, de una irresponsabilidad o de una maldita ignorancia? ¿Se lo han planteado? Lo cierto es que cansa, esta realidad es ya un poco cansina y perezosa, demasiada confianza en los albergues, demasiada confianza en las ayudas, las ayudas se nos esfuman, todo se revela como un círculo concéntrico que reduce día a día las posibilidades. 
Muchísimos animales mueren en cualquier  lado, en perreras municipales o empresas  privadas concertadas a tal fin, la muerte es el día a día y en los albergues, aquellos que consiguen sobrevivir, aquellos que se retuercen de esfuerzo y necesidad,  los animales se mueren de asco o de viejos mientras desesperadamente buscan un dueño responsable.
Permítame que le hable con la franqueza que la realidad impone y que no es otra que sobre la repetición, sobre la escasa concienciación, sobre la mala práctica y sobre la casi nula  aplicación de esa legislación vigente que ahí está. Un momento y le explico sin palabras el escasísimo respeto y la hartura, la tremenda hartura de personas que en la sobremesa del domingo se pusieron a limpiar o se dejaron la vigilia en la mesita de noche.
Que durante días tienen una terrible visión en su memoria para que después, en un agotamiento emocional o una extraña disparidad de emociones, oigan que alguien, en la esquina de cualquier bar, en el confortable comedor o en el patio de luces,   alguien relajadamente piense, comente y cuente con la boca grande que ha hecho una buena obra, la de la cajita de zapatos en la puerta del albergue, de este o de aquel, del que malvive, del que sobrevive o del que está a punto de sucumbir.
  Teníamos muchas cosas que contarte, fotos que enseñarte,  pero otra vez será, hoy, sólo un triste recuerdo a tantas estrellitas  muertas.
Hanata Hata

0 Deja tu comentario.:

Publicar un comentario