Cada anochecer cuando el sol se marcha y la noche esconde las vergüenzas de este mundo, ella se decide a cumplir su destino.
Pasito a pasito, pues con los años se ha dado cuenta de que ya no tiene prisa y que aquellos que corren con sus vidas jamás harán la diferencia, se decide a salir a la calle. Y así, pasito a pasito apoyada en su viejo carrito y una muleta, sin importarle el frio ni el cansancio, sigue su camino.
Camina despacio, tranquila y ajena a los comentarios de la gente: -¡Mirala otra vez con el carro a cuestas!- ¡Si tanta pena le dan que se los lleve a su casa!. Pero ella no escucha, ha aprendido a ser indiferente a los necios y a vivir según sus principios.
Y en ese momento aparecen ellos, no se sabe muy bien de donde, cada uno de su escondite. Ellos que son los únicos capaces de percibir esa luz y ese olor que hace especiales a muchas personas pero que es imperceptible para el propio ser humano. Y la siguen despacio, ellos tampoco tienen prisa, y la miran y seguramente pensarán que es el ser más maravilloso que han visto en sus vidas.
Por fin llegan a su destino y ella despacio abre su carrito y saca varias bandejas, unas para la comida y otras para el agua. Y los mira y suspira y seguramente piense lo injusto que es este mundo. Después cierra el carrito, se da la vuelta y decide que ya es momento de volver a casa.
Yo me encuentro con ella muchas noches paseando a Bruk, la miro, le sonrío y le pregunto por sus animales. Ella me mira, me devuelve la sonrisa y contesta agradecida.
En esos momentos me fijo en sus manos envejecidas por los años y el duro trabajo e hinchadas por el frio, y pienso:
"Carmen, yo también besaría tus manos!
Para todas las "Cármenes" del mundo, ¡que son muchas!
Roya
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